No hay nada peor que sentirse solo, pensaba mientras la besaba, puedo decir que estaba ahí más por usar el tiempo que por deseo, casi estoy seguro que ella hacía lo mismo.
El andén después de las diez de la noche estaba solitario…como nosotros, parecía una maldición todos en esta maldita ciudad nos sentíamos solos.
Llegaba la hora de retirarse; eso era un hecho, pero ¿cómo hacerlo?, separarnos nos traería la galopante realidad frente a nuestra piel.
Ella parecía como hipnotizada siguiendo con su lengua mis involuntarios impulsos, ¿voluntad? no la conozco, nadie me la ha presentado. Esperaba tal vez un milagro que me sacara de tal predicamento, irme sin irme, estar solo sin sentirme solitario, no cargar con nuestra falta de rumbo.
En resumen, no quiero hacer nada que venga de dentro, esperaba que un agente de Dios me salvara. Oigo a lo lejos el tren subterráneo, viene con su paso de hierro dispuesto a barrer con lo que se ponga en camino.
Mis ruegos han sido escuchados, me pregunto ¿quién soy yo para que Dios haga lo que le pido? no hay tiempo para pensar, lo que ya no tengo es tiempo; seguimos besándonos con abandono.
La sonriente cara del tren se asoma por el túnel es la señal que esperaba, no alcanzo a decir gracias… me separo de golpe… camino dispuesto a saltar al vacío miro el tren sé que es el que me llevará al cielo… Dios estoy seguro hace lo que le pido.
Recuerdo su voz gritando, para ser honestos es lo último que recuerdo.
Fabiola
Marzo 2005.
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